En el desarrollo de software, elegir las tecnologías adecuadas suele tener más impacto del que parece. Influye no solo en cómo se construye el producto, sino en cómo puede evolucionar, escalar y mantenerse con el tiempo. Aun así, las decisiones sobre el stack muchas veces se toman por razones superficiales: lo que está de moda, lo que es fácil de aprender, lo que “usa todo el mundo” —o, por el contrario, lo que se descarta por sonar demasiado “anticuado”.
Algunas herramientas son fáciles de adoptar y permiten que los equipos construyan algo funcional en pocos días. Eso puede ser muy útil en etapas iniciales. Pero también puede generar una falsa sensación de confianza, llevando a decisiones que no se evalúan con la misma profundidad que otras áreas técnicas.
Por otro lado, hay tecnologías que necesitan más tiempo, experiencia o estructura para brillar. A menudo se las etiqueta como desactualizadas o innecesariamente complejas. Frases como “ya nadie usa esto” o “eso es demasiado enterprise” se repiten sin detenerse a pensar por qué esas herramientas siguen existiendo—y funcionando—en proyectos complejos y de largo plazo.
Incluso equipos con experiencia—como el nuestro en 301—tienen estas conversaciones. Dominamos múltiples lenguajes y stacks, y constantemente evaluamos cuándo apostar por lo nuevo y cuándo confiar en herramientas probadas. Ese ida y vuelta puede ser saludable, siempre que esté basado en un razonamiento técnico real.
También hemos visto cómo ciertas tecnologías ganan popularidad no por lo que resuelven, sino por estar respaldadas por grandes compañías. Eso puede generar una confianza automática. Pero esa confianza no siempre perdura: hemos visto tecnologías crecer, masificarse y luego ser silenciosamente descontinuadas o reemplazadas por la siguiente iniciativa interna. Esto deja a los equipos con bases inestables, obligados a migrar antes de tiempo o a mantener sistemas que ya no evolucionan.
Los mejores stacks tecnológicos no se eligen por popularidad, sino por cuánto apoyan los objetivos específicos del producto, las capacidades del equipo y una visión a largo plazo. La tecnología debe servir a la estrategia—no al revés.
Una decisión apresurada o mal justificada puede afectar varios años de vida del producto. Puede facilitar la contratación—o volverla imposible. Puede hacer que escalar sea simple—o un desafío constante. Por eso vale la pena ir más allá de si una tecnología “nos gusta” o si “es la que usa todo el mundo”. Algunos de los factores más relevantes—entre muchos otros—incluyen:
No se trata de rechazar lo nuevo. Ni de aferrarse a lo conocido. Se trata de decidir con información—entendiendo que cada proyecto tiene su propio contexto. Algunas tecnologías están infladas por el hype. Otras son discretas y sólidas. Algunas son nuevas y emocionantes. Otras están probadas y son confiables. El objetivo no es encontrar la “mejor” tecnología. Es encontrar la que encaje con tu producto, tu equipo y tu negocio.
En 301, ayudamos a nuestros clientes a tomar decisiones tecnológicas con claridad y estrategia. No imponemos nuestras preferencias ni sugerimos lo que está de moda. Nos enfocamos en lo que encaja. Nuestro enfoque incluye:
Ejecutivo de negocios con MBA del IAE Business School y una trayectoria de más de 12 años en el mundo corporativo, el emprendedurismo y la consultoría. Fundó su propia startup y ha ayudado a empresas de diversas industrias a alinear sus necesidades reales con soluciones digitales efectivas. Especializado en conectar estrategia de negocio con ejecución tecnológica, acompaña a las organizaciones a lo largo de todo el proceso de desarrollo de producto. Aporta una mentalidad orientada al negocio, con fuerte foco en impacto, alineación y valor a largo plazo.